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¿Qué deben hacer los donantes?: El impacto financiero de la COVID-19 (coronavirus) en los pobres

Los sistemas financieros inclusivos son parte de la solución a la crisis del coronavirus, pero los donantes a menudo no tienen claro cómo adaptar más eficazmente sus intervenciones. En este ensayo de liderazgo, Michael Tarazi describe un camino a seguir.
Cosechando granos. Foto: Joseph Molieri, Concurso de Fotografía CGAP 2012.

Las personas más perjudicadas en todo el mundo por la COVID-19 (coronavirus) son aquellas que se encuentran en situación de pobreza. Con más de la mitad de la población mundial en confinamiento debido a la pandemia, muchos de los pobres del mundo, que trabajan mayoritariamente dentro de la economía informal, han perdido sus ingresos. Muchos no tienen un lugar seguro donde hacer la cuarentena, la mayor parte carece de ahorros mínimos como para abastecerse de alimentos e insumos, y algunos ni siquiera tienen acceso a servicios básicos, como agua para lavarse las manos. “En las comunidades pobres no hay agua corriente ni acceso a alimentos nutritivos y las condiciones de las viviendas son pésimas, entonces, lavarse las manos, mantener una buena nutrición y autoaislarse durante la cuarentena, que son las medidas que se aconsejan, son opciones para privilegiados (i)”, dijo un médico de Manila. Las predicciones son sombrías: Oxfam advierte que más de 500 millones de personas (i) podría caer en la pobreza debido a los impactos económicos de la COVID-19; el Programa Mundial de Alimentos señala que la pandemia pone en riesgo la seguridad alimentaria (i) de las comunidades más pobres del mundo, y la Organización de las Naciones Unidas prevé que la enfermedad “afectará a los más pobres durante años (i)”.

“Cuando se trata de cuestiones de vida o muerte, como la pandemia del nuevo coronavirus, concentrarse en cuestiones económicas puede parecer inapropiado. Sin embargo, para aquellos que se encuentran en situación de pobreza en todo el mundo, los impactos financieros de la COVID-19 pueden ser devastadores y mucho más inmediatos”.

Cuando se trata de cuestiones de vida o muerte, como la pandemia del nuevo coronavirus, concentrarse en cuestiones económicas puede parecer inapropiado. Sin embargo, para aquellos que se encuentran en situación de pobreza en todo el mundo, los impactos financieros de la COVID-19 pueden ser devastadores y mucho más inmediatos. Es probable que los pobres pierdan los ingresos de sus trabajos, ya sea porque se enferman o porque no hay demanda de sus servicios a medida que las empresas se paralizan. La cantidad de personas que reciben asistencia pública aumentará considerablemente, suponiendo que tal ayuda exista. Los reembolsos de préstamos entrarán en mora y es posible que a los prestamistas del sector de microfinanzas les resulte difícil mantenerse solventes. Las remesas, que a menudo son un salvavidas para los pobres, probablemente disminuirán ya que quienes las envían perderán sus ingresos y no podrán mandar dinero a sus hogares. En una reseña sobre políticas enviada por correo electrónico, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola calcula que las transacciones entre operadores en efectivo se reducirán entre el 40% y el 85% en los mercados europeos afectados por el confinamiento. Agrega que “incluso las empresas digitales enfrentan serios desafíos con respecto a los volúmenes porque los remitentes son reacios a enviar sus ahorros hasta que puedan tener un panorama claro sobre su propio futuro laboral”. También se encuentran limitados los puntos de acceso a efectivo de los receptores debido al cierre de negocios o a que no hay suficiente liquidez. A medida que las cadenas de suministro se interrumpen, los precios de los alimentos experimentarán un marcado aumento, en especial en áreas no agrícolas.

Los Gobiernos de Perú y de Filipinas abordan el trauma financiero de los pobres principalmente aumentando los pagos mediante redes de protección social. Se ha informado que casi 60 países han decidido ampliar[MIS1]  sus iniciativas de protección social a través de pagos únicos, aumentando los programas existentes o creando nuevos. Algunos países, como Pakistán y Colombia, están poniendo en marcha programas de pagos de Gobiernos a personas (G2P) que abarcan a vastos segmentos de sus poblaciones. En el caso de este tipo de asistencia, los Gobiernos que ya cuentan con sistemas en funcionamiento se basan principalmente en infraestructuras de pagos digitales, en las que desde hace tiempo ha hecho hincapié la comunidad de la inclusión financiera. Por su parte, el sector privado también se está concentrando en facilitar los pagos, a menudo con el “incentivo” de los Gobiernos: la empresa Safaricom, de Kenya (i), por ejemplo, redujo los cargos para las transferencias entre particulares y aumentó los límites diarios de las transacciones, mientras que muchos bancos filipinos (i) están ajustando los plazos de reembolso y eliminando los cargos por transacciones digitales.

Los Gobiernos y el sector privado no son los únicos que toman medidas. El sector del desarrollo también trabaja activamente a medida que evalúa cómo responder a esta situación. Los donantes en particular, incluso cuando sus propios países e instituciones sufren durante la pandemia, están estudiando la manera de readaptar sus iniciativas y redirigirlas hacia la mitigación de los efectos adversos de la COVID-19. Si bien se entiende que parte de la solución es tener sistemas financieros inclusivos, a menudo los donantes no saben de qué manera adecuar sus intervenciones de la forma más efectiva. Para ayudar a promover el diálogo, el Grupo Consultivo de Ayuda a los Pobres (CGAP) convocó recientemente a más de 100 donantes y asociados del ámbito de la inclusión financiera a participar en un seminario web con el objeto de intercambiar ideas sobre las necesidades de los donantes. Surgieron algunas posturas claras sobre cómo la comunidad debería enfrentar esta crisis sin precedentes, así como sobre las áreas de acción.

1. Aprender del pasado y reconocer al mismo tiempo que esta vez es diferente. Las crisis del pasado pueden aportar enseñanzas valiosas sobre qué hacer y qué no hacer, pero es importante tener en claro que la magnitud de esta pandemia difiere de cualquier cosa que hayamos visto antes. Como señalaron algunos expertos, desde la directora ejecutiva del CGAP, Greta Bull,[MIS2]  hasta Mayada El-Zoghbi, del Centro para la Inclusión Financiera (i), la pandemia del nuevo coronavirus no está localizada, como un terremoto, ni es un acontecimiento regional, como el flujo de refugiados, sino que se propaga a nivel mundial. Lo más importante es que sus impactos sobrepasan ampliamente las cuestiones de salud inmediatas: los efectos en cadena del confinamiento y la enfermedad representan una amenaza para los medios de subsistencia en general, desde el sector del comercio minorista hasta los sectores de agricultura, manufacturas y hotelero. No existe una “solución de cortar y pegar”. Sin embargo, el sector de la inclusión financiera ha extraído con el tiempo algunas enseñanzas valiosas de crisis anteriores. El CGAP ha recopilado una serie de recursos sobre enseñanzas aprendidas (i) de situaciones previas para ayudar a orientar a la comunidad sobre qué medidas funcionaron en el pasado y las cuestiones que deben tenerse en cuenta en esta oportunidad.

2. Es fundamental contar con infraestructuras de pagos digitales sólidas para que quienes lo necesiten puedan obtener dinero de forma más rápida y eficiente. Teniendo en cuenta que muchos Gobiernos recurren a pagos de redes de protección social como primera línea financiera defensiva, los mecanismos digitales serán fundamentales para mitigar los efectos de la crisis en los pobres. Esta es un área de la que el pasado permite extraer información útil: los pagos digitales fueron esenciales durante crisis anteriores, por ejemplo, cuando se emitieron tarjetas prepagadas a las víctimas de las inundaciones que se produjeron en Pakistán en 2010 (i). Otro ejemplo es la transición que experimentó el sector del desarrollo, desde la distribución de bienes en especie realizada después del desastre hasta la transferencia digital de efectivo (i). Además, los canales digitales también pueden obtener fondos con rapidez, no solo para las víctimas sino también para quienes estén colaborando con la mitigación de la crisis. En un estudio de caso (i) de la Alianza Better Than Cash (Alianza Mejor que el Dinero en Efectivo) se demostró de qué manera el pago por medios digitales a quienes trabajaban para combatir el ébola en Sierra Leona ayudó a impedir que esos trabajadores que se encontraban en la primera línea hicieran huelga y, en última instancia, salvaron sus vidas. Más recientemente, Bankable Frontier Associates Global (BFA Global) demostró cómo los trabajadores esporádicos (“gig workers”) a quienes se les pagaba por medios digitales (i) colaboraron en la respuesta de Wuhan a la pandemia al distribuir bienes esenciales, que dejaban en la entrada de los hogares para garantizar que las familias pudieran mantener la cuarentena en su casa.

“Es hora, en especial teniendo en cuenta las restricciones de movimiento, de que los donantes ayuden a reforzar sus inversiones y a aprovechar todo el potencial de los pagos digitales en el mundo en desarrollo”.

Estos ejemplos muestran el inmenso valor de las infraestructuras de pagos digitales sólidas, que son sistemas que la comunidad internacional de donantes ha ayudado a crear en las economías emergentes del mundo y para las que ha erogado importantes sumas de dinero. Es irónico que algunos funcionarios de Estados Unidos que planean distribuir pagos G2P vean con suspicacia estas vías digitales, cuando existen y funcionan de manera eficiente. “Algunos lugares como Kenya, que saben de qué manera llegar a sus pobres, ciertamente aventajan a Estados Unidos cuando se necesita velocidad y eficacia”, dijo recientemente un experto superior en políticas de la Asociación Americana de Banqueros al CGAP. Es hora, en especial teniendo en cuenta las restricciones de movimiento, de que los donantes ayuden a reforzar sus inversiones y a aprovechar todo el potencial de los pagos digitales en el mundo en desarrollo. 

3. Prevenir las distorsiones del mercado. Hemos visto lo que ocurre con el sector de microcréditos durante una crisis financiera o después de un desastre natural: a medida que las tasas de morosidad aumentan y que las instituciones de microfinanzas se tambalean al borde de la insolvencia, los donantes reaccionan, a veces, para compensar mediante subsidios, que bien pueden ser la respuesta, pero que no deben distorsionar los incentivos ni crear efectos adversos a más largo plazo. Tal como lo señaló el CGAP hace casi una década, subsidiar la tasa de interés de los clientes podría confundir a los prestatarios y reducir la disciplina crediticia. Esto ocurrió en Sri Lanka tras el tsunami de 2004 (i) cuando el Gobierno anunció subsidios sin que hubiese claridad sobre su duración ni su alcance. Inyectar efectivo en una comunidad puede ser contraproducente si esa medida no se estructura con cuidado. Cuando las organizaciones de socorro en Sri Lanka comenzaron a implementar programas de dinero por trabajo, establecieron salarios por encima de los que se ofrecían en el sector agrícola y en otros sectores; comprensiblemente, los trabajadores cambiaron sus empleos agrícolas por los puestos temporales mejor remunerados. Los establecimientos agrícolas grandes respondieron mecanizando sus operaciones, lo cual destruyó oportunidades de trabajo en el sector agrícola a largo plazo.

Existe una presión por tomar medidas rápidamente, pero los donantes deben hacer una pausa y cerciorarse de que sus respuestas estén bien fundadas. Es importante que sean conscientes del mercado y que se vinculen con partes interesadas locales y elaboren respuestas que se basen no solo en las necesidades inmediatas a corto plazo, sino también en la estabilidad del mercado a largo plazo. De lo contrario, corren el riesgo de provocar daños. En un determinado mercado, los donantes deben analizar intervenciones que funcionen en varios puntos del mercado financiero o asociarse con otros que puedan cubrir esa necesidad. Por ejemplo, es posible que un donante que trabaja solo con proveedores desee concertar una alianza con otro donante que se concentre en barreras regulatorias para poder abordar obstáculos estructurales a largo plazo. Los donantes siempre deben tener en cuenta de qué manera sus intervenciones pueden distorsionar el mercado y causar consecuencias negativas a largo plazo. Si son cuidadosos con sus intervenciones en la actualidad, es posible que se establezcan sistemas más resilientes e inclusivos en el futuro a raíz de la pandemia de COVID-19.

4. Concentrarse en datos que conduzcan a la acción y que puedan orientar las inversiones de los donantes. El tema de los datos es muy popular. Sin una base fáctica y empírica, las intervenciones de los donantes no pueden optimizarse. Por eso, no nos sorprendió enterarnos durante el seminario web del CGAP que muchos donantes ahora se concentran en reunir todos los datos que pueden. La buena noticia es que ya se encuentran muy avanzadas varias iniciativas sobre recolección de datos. En el sistema de seguimiento del coronavirus de la Universidad de Yale (i) y en la página sobre la COVID-19 (i) del Instituto de Finanzas Internacionales, por ejemplo, se realiza un monitoreo eficiente de las respuestas gubernamentales. También se están investigando las repercusiones de la pandemia en la vida de los pobres: BFA encuestó (i) a más de 1500 personas de bajos ingresos de varios países para medir el impacto direccional temprano que el nuevo coronavirus tenía en sus vidas. La Academia China de Inclusión Financiera investigó (PDF, en inglés) el efecto de la epidemia en la salud financiera de los trabajadores y las pequeñas y medianas empresas del país. Varios inversores hacen un seguimiento de las adaptaciones que sus socios del sector privado están realizando en sus operaciones debido al COVID-19. Por ahora, muchos, aunque no todos, mantienen la información en privado. Accion, por ejemplo, compartió de qué manera tres de sus socios (i) pasaron a operar con “poco contacto” y mediante canales en línea en la era del distanciamiento social. En el Portal FinDev de CGAP se ha compilado una lista de todas las iniciativas de rastreo de datos, con un “monitoreo efectivo de los sistemas de seguimiento” (i), en orden de relevancia con respecto a la inclusión financiera.

Si bien todo esto es interesante, el siguiente paso fundamental es preguntarse: “¿Y ahora qué?”. Como alguien expresó durante el seminario web del CGAP, los datos que nos dicen que los pobres están sufriendo no indican nada nuevo. Desde hace tiempo el CGAP se ha manifestado a favor (i) de expresar con claridad de qué manera las iniciativas sobre datos o información se usarán para mejorar las vidas de las personas pobres. Los donantes deben hacer hincapié en facilitar la recopilación de datos procesables y que los ayuden a entender cómo orientar mejor sus inversiones. Un área donde claramente se necesitarán sus aportes serán las instituciones de microfinanzas. Tim Ogden, de la Iniciativa de Acceso Financiero de la Escuela Wagner de la Universidad de Nueva York, dijo que el desafío inmediato es abordar la actual situación de los proveedores de servicios financieros, en especial de las instituciones de microfinanzas, ya que son quienes brindan financiamiento directo a las comunidades más pobres. Sugirió que es esencial comprender la viabilidad de tales instituciones tanto a corto como a largo plazo: cuánta liquidez necesitan y durante cuánto tiempo; qué estrategias de socorro están aplicando, sea a través de los Gobiernos o de sus donantes; si consideran que la pandemia presenta desafíos de liquidez en el corto plazo o de solvencia a más largo plazo, y de qué manera protegen la salud de su personal. Además, los donantes no deben ignorar a aquellas instituciones que no son de microfinanzas, que incluso llegan a más personas de bajos ingresos: instituciones basadas en la afiliación de miembros, como cooperativas, cajas de ahorro y crédito, y grupos de ahorro. ¿Cuáles son las actuales necesidades y de qué manera podrían ayudar los donantes específicamente? También habría que recopilar datos acerca de las deficiencias en la infraestructura digital esencial para poder realizar pagos G2P y remesas digitales: cuántos agentes se encuentran en funcionamiento, de qué manera gestionan el tema de la liquidez, cómo cambian los patrones de las transacciones y por qué.

Esta información específica puede ayudar a los donantes a comprender las brechas que existen y a tomar decisiones sobre financiamiento que tengan un verdadero impacto. Sin embargo, a medida que la situación avance, es probable que los donantes tengan que hacer ajustes: los mercados son dinámicos, en especial en contextos de crisis. Además, los donantes deben compartir información, no solo para reducir la duplicación, sino también porque ahora obtener datos de campo resulta complicado debido a las restricciones para viajar.

5. Es necesario que los donantes se coordinen. Quizás esto parezca obvio: cuando los imperativos de orden político generan presiones para movilizar recursos significativos en poco tiempo, existe un alto riesgo de que los donantes trabajen con objetivos contradictorios o en iniciativas de financiamiento redundantes. Un mensaje claro, del Grupo de los Siete (G-7) (i), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (i), o de los propios miembros del CGAP, es que los donantes deben trabajar de manera coordinada. ¿Pero cómo? ¿Y sobre qué temas? Durante el seminario web, los donantes identificaron categorías específicas de intervenciones coordinadas: pagos G2P, remesas, redes de agentes y recopilación de datos, y maneras de ayudar más al sector de las instituciones de microfinanzas. El CGAP está analizando cómo colaborar con el impulso de los donantes con respecto a estos temas a través de grupos de trabajo, que funcionarían como centros de intercambio de información y vehículos para promover alianzas entre donantes.

"La comunidad de la inclusión financiera deberá acomodarse a niveles de incertidumbre muy incómodos. Por eso, quizás, lo más importante que pueden hacer los donantes es seguir siendo flexibles”.

6. Por sobre todo, es necesario que los donantes sean flexibles. Sin duda, los donantes desempeñan un importante papel en la mitigación de la crisis en este momento y en sentar las bases para la recuperación a más largo plazo. Es demasiado temprano para predecir de qué manera la COVID-19 afectará la vida financiera de las personas pobres: su duración, alcance e impacto en última instancia serán distintos según el contexto de cada país. La comunidad de la inclusión financiera deberá acomodarse a niveles de incertidumbre muy incómodos. Por eso, quizás, lo más importante que pueden hacer los donantes es seguir siendo flexibles. Es poco realista pensar que todas las inversiones sobrevivirán a una recesión económica prolongada. Es posible que el resultado final sea la consolidación de los sectores que otorgan microcréditos o de tecnología financiera, y la comunidad de donantes debe estar preparada para apoyar esa evolución, incluso si, como consecuencia, pierden fondos. Los donantes podrían seguir el ejemplo de algunas fundaciones estadounidenses (i), teniendo programas más flexibles, como por ejemplo convertir fondos restringidos en fondos de libre disponibilidad o pasar por alto la postergación o cancelación de productos. La flexibilidad también podría implicar prorrogar plazos, establecer nuevos objetivos para los proyectos y añadir elasticidad a los rígidos marcos de seguimiento y evaluación. Cualquiera sea la forma que adopte, la flexibilidad, frente a la enorme incertidumbre, es el enfoque apropiado.

 

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